viernes, 14 de diciembre de 2007

LO POPULAR DESDE LO TRANSCULTURAL

MARCO TEORICO DE LA PROPUESTA DE CREACIÓN

El proceso de investigación que planteé inicialmente “El Concepto de belleza en la Cultura Popular”, se ha visto modificado por diferentes factores en el desarrollo del trabajo de campo y a partir de la definición de ambos conceptos, demasiado amplios y ambiciosos para un solo proceso. Definir la cultura popular, es en la actualidad más que una suma de categorías, un compendio de problemas e inquietudes, dentro del cual estamos todos incluidos, y más, en una ciudad como la nuestra.
Éstas inquietudes se amplian con la aparición de la reproducción técnica y el uso de los medios masivos de comunicación, originando lo que conocemos como cultura de masas. Lo que ha provocado que el clásico debate acerca del significado de la cultura popular se complique, replanteando los conceptos que permitan unificar criterios en torno a los estudios culturales y la pertenencia al campo cultural popular, lo elitista o lo masivo; en este sentido, la cultura popular se entendide como aquellas acciones realizadas con independencia de un sujeto social, lo que da prioridad al rol difusor de los medios masivos de comunicación, quien asiste en forma pasiva a la construcción de fenómenos denominados como "populares", llevados a cabo por "agentes" considerados "extraños" al campo popular y donde lo central pasa por el rol que adquieren las industrias culturales y el sector privado, al masificar productos que pueden haber sido originados desde otros sectores sociales, pero que en alguna de las etapas de producción, circulación y recepción, ven cambiados las significaciones y los sentidos iniciales. Desde esta óptica, lo popular se vincula con la cantidad y no con la calidad, mas relacionada con una lógica mercantilista donde lo popular es vaciado de contenido.
En este caso, lo popular es emparentado con masividad o multitudes, como el lugar desde donde se interpreta lo popular. La cultura popular dirigida por los medios masivos reproduce las formas de pensar y actuar, sus manifestaciones estéticas y sus preferencias por determinados bienes. Es en última instancia, la interpretación que sobre la cultura popular operan las industrias y políticas culturales.
Todos poseemos una identidad cultural que da sentido a nuestras vidas, y ciertamente es una realidad que no es estática, sino que es dinámica, que además se construye y al mismo tiempo nos construye, es decir, la identidad cultural cambia y se adapta a las nuevas situaciones. En este sentido, cabe preguntarnos cómo las diferentes culturas se han enfrentado y adaptado a las nuevas situaciones que conllevan a una mundialización.

Sin pretender ofrecer una definición absoluta, ni un análisis en profundidad, nuestro mundo actual se caracteriza por la globalización: entendida como la exportación y la imposición de un modelo socio económico y cultural de los actuales centros del poder mundial, que acabaría, por lo tanto, con las diversas identidades. Esto influye en el transporte de mercancías y, las telecomunicaciones (ficción mediática), lo que ha puesto en confluencia todas las culturas del mundo, de las cuales la occidental es la que se impone; con ello la globalización se ha extendido hacia una mezcla de culturas que se van fusionando.

La globalización permite un mayor grado de intercambio y comunicación entre personas y grupos de diferentes culturas, ya sea por la versatilidad de los medios de comunicación, por las nuevas tecnologías de información, por las migraciones, etc. Esta situación puede ser vista como una ventaja para todos, puesto que generaría un enriquecimiento mutuo que abre nuevas perspectivas, en la cual, cada cultura tendría voz y voto sin perder las particularidades que las hacen diferente.

Éste proceso apunta a aspectos positivos y negativos. Si es un proceso en el que las distintas culturas participan con una cierta equidad, puede resultar beneficioso ya que fortalecería las diversas identidades. En cambio, si se desarrolla únicamente dirigido desde los actuales centros del poder económico, estaremos frente a un fenómeno de creciente homogeneización cultural y por lo tanto de exclusión social, en el que la identidad de un pueblo irá perdiendo su fuerza.


La globalización debe verse como un fenómeno crónico dentro de la historia humana y no como un síntoma exclusivo de las sociedades contemporáneas, a pesar de que la opinión más difundida es que la globalización abría comenzado sólo hacia mitad del siglo XX con el nacer de las telecomunicaciones.

Es un proceso continuo e ininterrumpido desde los comienzos de la historia del hombre, en que las definiciones son las mismas, pero cambian las palabras y la forma de concretarse. Me interesa señalar la globalización como un tipo de transculturación , en la cual el intercambio de culturas se hace de forma instantánea y en tiempo real, cuya arma es el desarrollo tecnológico. En el pasado la transculturación era lo mismo que la globalización, pero su proceder era más lento y jamás instantáneo.

De éste modo, en ésta primera etapa del trabajo, el concepto de lo popular asociado a la belleza, aborda el tema de las formas de apropiación estética en la cultura popular desde una condición transcultural, problema que se vincula al fenómeno de lo trans aplicado a la cultura y a la estética, el cual se incorpora por medio de objetos cotidianos de naturaleza artificial, objetos copia de copia, seriales, para más adelante, en una segunda parte del proceso, articularse con el problema de belleza.
Leticia Salazar Acuña en su tesis La Transculturación, Génesis De Nuestra Identidad Y Un
Camino Hacia La Globalización, nos informa que existen varios casos de contacto cultural que registra la historia, los cuales han sido compilados por el antropólogo Alemán Eduard Spranger, según él hay cuatro formas o tipos de transculturación: La Colonización, la Recepción a distancia, el Renacimiento y la Inmigración.

- La Colonización: Es el contacto entre culturas en que uno de los grupos ocupa un territorio con la intención de implantar su dominio político y su explotación económica. Esta forma no implica la fusión del grupo colonizador con la población autóctona, sino la imposición de su superioridad militar y política.

- La Recepción a distancia: Este tipo de contacto, a diferencia del anterior, no se origina en la ocupación de un territorio sino que se ejerce a distancia, a través, de un intercambio político u económico, en que el grupo autóctono adopta algunas formas de vida, conceptos o valores de la cultura más avanzada.

-El Renacimiento: Es el contacto con formas culturales ya desaparecidas del mismo pueblo o de otro más antiguo cuya cultura es tomada como modelo, recurriendo al estudio y adopción de obras culturales con el fin de integrar a la sociedad los valores de estas civilizaciones pasadas.



- La Inmigración: Este tipo de contacto se produce en un país mediante la afluencia de grupos humanos masivos pertenecientes a otra cultura, no importando que ésta sea de mayor o menor desarrollo.


Es importante aclarar que el tipo de transculturación que me interesa resaltar es el de Recepción a distancia, el cual hoy por hoy lo vivenciamos, gracias al capitalismo y la globalización en todo tipo de mercancía, una la marejada de cachivaches que llegan de la China e inundan las calles y el comercio informal de Medellín, los cuales se nos incorporan a partir de objetos de baja calidad, copia de modelos europeos, que conseguimos en los conocidos Remates a mil, o a muy variados precios.

Entendamos entonces que la sociedad está constituida por diferentes entramados culturales con su propia dinámica interna, y aclaremos que la denominada cultura nacional compone un entramado más dentro de los muchos entramados que podamos detectar en cualquier sociedad, no resulta tan difícil aligerar el contenido etnográfico de la idea de transculturación, entendiendo como procesos transculturales aquellos puntos de contacto que se producen entre diferentes entramados culturales, pertenezcan o no a una misma sociedad, los cuales pueden presentar fusiones o mixturas, creando nuevas formas culturales que no se pueden categorizar.
La pluralidad como concepto borra los “estados culturales puros”, dejando como opción solo, la “hibridación”. De ésta manera, los "híbridos" como categoría se universalizan, el arte culto se mezcla con lo masivo, lo popular se nutre de la cultura de masas, la publicidad tiñe la estética popular y así sucesivamente es posible seguir desarticulando, relacionando e integrando manifestaciones culturales de diversa índole y procedencias.
De esta forma, lo elitista, lo popular y lo masivo como categorías resultan en la actualidad insuficientes para clasificar fenómenos culturales y artísticos. Nuevas contradicciones aparecen y lo que años atrás pareció relativamente fácil de ser identificable, hoy se expresa en múltiples teorías que vinculan nuevos tipos de análisis para dar cuenta del campo cultural y estético de nuestro tiempo. Para la argumentación de la propuesta sólo mencionaré los postulados de Vicente Verdú y J. Baudrillard, respectivamente.

Alrededor de éstos objetos, me interesa formular la propuesta de creación, objetos que para mí, dada su naturaleza, los podemos clasificar en un Kitsch generalizado que se ha ido enraizando en nuestras formas culturales; en un sentido más libre, éste término se refiere a cualquier arte o forma cultural que es pretencioso, pasado de moda o de mal gusto. ¿por qué nos encontramos con flores artificiales que abundan en nuestros cementerios o, con frutas artificiales que se ofrendan en los comedores de nuestras casas?, ¿por qué los que reciben al visitante en la sala son peceras artificiales o porcelanas de animales, domésticos o salvajes?, ¿por qué se hace imprescindible la pintura de un bodegón al lado de una imagen del corazón de Jesús, asimismo, rodeada de flores plásticas?.

Al respecto, Vicente Verdú en su libro El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción , nos cuenta que existe una ficción mediática y una ficción cosmética, aunque sin la primera ésta no lograría su cometido. "Cosmética", etimológicamente remite al orden del cosmos y, de hecho, todavía mantiene ese sentido de poner en orden las cosas, aunque sea simple apariencia, simple maquillaje. Verdú utiliza el término en ambos sentidos para referirse al maquillaje del cosmos, a la estetización del mundo que ha elevado cualquier cosa a la categoría de arte, rebajando de categoría al arte mismo; para referirse al reciclaje ideológico de los regímenes políticos (logrando de paso la homogeneización entre democracias y dictaduras: las primeras se vuelven más duras y las otras aparentemente más blandas); para referirse a la ideología de la transparencia, a la del marketing con causa o a la infame cosmética corporal, que intenta borrar las arrugas, ocultar la vejez y acaso liberarnos de la muerte. En la página 90 encontramos: “lo singular, lo original (el pecado original) nos mata, pero la copia, la clonación, la especulación elude la ruina. La copia no crea nada distinto y en vez de hacer crecer una nueva realidad tiende a convertir la realidad preexistente en una flotante vibración: fluctuaciones, oscilaciones, espejos de lo existente para inducir el sinfín de la dúplica, la versión pirata como la forma patológica, vírica de la democratización. Con una ventaja decisiva: el aura del original, en el capitalismo de producción, es de naturaleza heróica y, por lo tanto, muere. Pero la copia es espectral y no perece…” habitamos en un mundo donde lo falso se conjuga con lo verdadero hasta deshacer simbólica y físicamente, la consistencia de lo real.
Es por esto que en una primera etapa de formalización planteo una actualización del concepto de bodegón utilizado en la historia clásica del arte. Me interesa contraponer fotográficamente, la relación que hoy tenemos con estos objetos cotidianos o encontrados o que coleccionamos o que hacen parte de la decoración de nuestra casa y que hablan por sí solos de las influencias que recibe nuestra cultura y sus modos de apropiación; en una primera entrega del proceso formal, para vincular luego, en la segunda parte, la figura humana femenina como eje central de la composición sin perder la estética concebida hasta ahora.
El bodegón se conoce como un tipo de representación pictórica, considerada menor hasta el Renacimiento, que solía aparecer encubierto en géneros como retratos o pintura religiosa.
Caravaggio (1573-1610) será uno de los primeros artistas en representar naturalezas muertas con conciencia de obra pictórica. El origen del bodegón como género independiente se sitúa en la segunda mitad del siglo XVI, aunque el tema ya se había tratado en la Antigüedad clásica. Los objetos más frecuentes son frutas, telas, flores, animales muertos, piezas de cerámica, de vidrio o de metal y en general, elementos muy diversos y variados. Un marcado carácter naturalista, que en ocasiones casi supera a la realidad; la minuciosidad del dibujo y el gusto por recrear los detalles; el sentido simbólico, la iluminación dirigida, los fondos oscuros o la atmósfera de quietud y armonía son algunas de las características más comunes en los bodegones clásicos y que más tarde cambian según la evolución de los estilos artísticos.
En el siglo XVII, en el preludio del Barroco se entendía por bodegón los lienzos con cosas de comer, con quien las vende o las consume. En la actualidad la definición se amplia a la representación de objetos cotidianos, a menudo comestibles, presentados en toda su inmediatez y abandonada realidad. También, y por la ausencia total de cualquier tipo de movimiento o vida natural de sus elementos, se denominan Naturalezas muertas.
A partir de entonces son muchos los pintores que se especializan en el género de bodegón de flores, alcanzando en el siglo XVIII en países como Holanda o Flandes un gran esplendor y difusión comercial. Posteriormente el bodegón de flores ha sido tema principal en la obra de muchos pintores del siglo XIX y XX sobre el cual, aún se elaboran muchas propuestas actuales en pintura; así como hoy por hoy, el bodegón constituye la base de la fotografía publicitaria.
La contemplación de esos objetos sin vida, ya sean animales, cráneos o huesos, lechugas, relojes o manzanas, provoca como pocos temas, una sensación de inquietud ante cuestiones como la intemporalidad de las cosas, lo perecedero de la materia natural y la transcendencia de la representación de la realidad. Pero más aún, éstas obras en muchos momentos transmiten la fuerza, la expresividad y la belleza que sus autores plasmaron en ellas y en definitiva, la veracidad de la vida y de la naturaleza recogidas en la pintura.

ESTETIZACIÓN DE LO COTIDIANO
“…Ya que el mundo adopta un curso delirante, debemos
adoptar sobre él un punto de vista delirante.
Es mejor perecer por los extremos
que por las extremidades…”

Este apartado intenta un acercamiento al pensamiento de Jean Baudrillard, en el que se perciben influencias de F. Nietzsche, C. Baudelaire y R. Barthes, pensamiento que tuvo una favorable recepción por parte de muchos artistas emergentes hacia principios de la década de los ochenta. Quienes encontraron en conceptos como la simulación y la hiperrealidad claves para el desarrollo de nuevas propuestas estéticas. En uno de sus artículos titulado el "El complot del arte", afirma: "Si en la pornografía circundante se ha perdido la ilusión del deseo, en el arte contemporáneo se ha perdido el deseo de ilusión. En el porno no queda nada que desear". Más adelante manifestaba que toda la intención del arte contemporáneo residía en "reivindicar la nulidad, la insignificancia y el sinsentido". 

La teoría de Baudrillard se fundaba en la idea de que el arte estaba muerto, pero "el mundo del arte", y particularmente el mercado, continuaban creyendo que existía. Las obras han pasado a ser objetos insustanciales que no cuestionan nada exterior y solo entran en juego con la distribución de los objetos en el espacio (como en la decoración de una casa); el arte, en definitiva, está volcado hacia una forma ritual del suicidio, una simulación en la que lo trivial aumenta su escala. Ese es el problema, lo banal termina siendo lo más importante: está sacralizado. En otros ensayos que siguen la misma línea como: en El sistema de los objetos (1968), Crítica de la economía política del signo (1972) y La precesión de los simulacros (1978), afirma que el artista buscaba poner en evidencia que en la fase de supereconomía capitalista, lo que contaba no era el valor de uso (la función), sino el simple valor de cambio (el mercado) . En definitiva, lo que se pasa es que se intentaba sustituir el arte por el diseño y el kitsch; las obras están en absoluto privadas de toda metáfora y también de toda poesía.
El problema es que ya no es posible recurrir al paradigma tradicional del juicio estético; asimismo, la pareja antagónica "arte, no-arte" resulta irremediablemente incoherente. Además, el arte hoy está en todas partes: en los museos, en las galerías, también en la banalidad de los objetos cotidianos, en la calle. Todo está estetizado por igual. 
Puede entenderse por esto que el arte se ha generalizado y que no hay barreras entre él y la vida cotidiana.

Es por ello que la estetización del mundo actual como problema teórico, lejos de propiciar la muerte de lo estético y de la estética, comprende un canal desde los cuales se puede originar el re-pensar de la Estética. No se trata solo de que nuevos hechos artísticos demanden una explicación, sino que muchos otros hechos y relaciones ya existentes entre las culturas y los fenómenos esteticos, están apareciendo ante la teoría, es tarea entonces de la nueva crítica la incorporación de éstos conceptos.

A partir de la necesidad de estetizarlo todo, la imagen ya no se rige bajo un canon estético determinado. Todo puede ser estético, pero la Estética ha desaparecido. En la actualidad, la imagen se dirige hacia el aparecer, no hacia las oposiciones duras de que es lo bello o lo feo. No existe un juicio de valor, sino de especulación del cual solo nos invade la indiferencia.

Las imágenes contenidas en el arte, en los mass media y en los objetos de nuestra cotidianidad, donde -ahora- lo grotesco tambien es cool; es así como llegamos a la Transestética, un estado simulado de la estética en el que ya no se distingue lo feo de lo bello, inmersos en criterios que se contradicen cada vez más.

“Lo que estamos presenciando más allá del materialismo mercantil es una semiurgia de todas las cosas a través de la publicidad, los media, las imágenes. Hasta lo más marginal y lo más banal, incluso lo más obsceno, se estetiza, se culturiza, se museifica”. Pág 22.

Justamente al no existir valores, como un criterio de juicio, de placer o de ideales, ya no existe ni lo bello ni lo feo, sino la indiferencia, donde cualquier cosa puede ser arte, que se genera en cualquier parte y por cualquier persona, de modo que el arte desaparece. Lo que se puede observar en las diferentes corrientes artísticas, como el minimal art, el arte efímero, el arte procesual, el arte conceptual, que en su insistencia por lograr la desmaterialización de la obra de arte, constituyó una transformación artística, aportando una concepción diferente del arte con nuevos métodos y materiales, que a pesar de que buscaba desmaterializarse, es justamente una tendencia hacia el objeto físico, porque no se libera de contenidos sociales, políticos o culturales, de allí, considero difícil la no objetualización o desmaterialización porque el público siempre necesitará un referente para comprender la obra.

Para Jean Baudrillard, el arte se repite cada vez a más velocidad y tiende inevitablemente hacia la trivialidad, ha realizado un estudio de la sociedad actual según su percepción del mundo en términos de simulacro y simulación, estudio del autor, cargado de una visión del mundo muy pesimista y negativa.

…“Entonces estos objetos banales, estos objetos técnicos, estos objetos virtuales, vendrían a ser los nuevos atraedores extraños, los nuevos objetos de más allá de la estética, transestéticos, objetos-fetiches, sin ilusión, sin aura, sin valor, algo así como el espejo de nuestra desilusión radical -objetos puros, objetos irónicos, como lo son las imágenes de Warhol, por ejemplo… ya el sujeto no impone su visión del mundo sino, por el contrario, el mundo impone su discontinuidad… Ya no se trata entonces de una trascendencia, sino de la subida al poder del signo, que al perder toda significación natural, resplandece en el vacío de su luz artificial… en esa ilusión transestética, una imagen sin cualidad, sin presencia, sin deseo…”

Debemos entender la estetización del mundo actual, no como la aparición absoluta de nuevas relaciones, sino como el surgimiento de una visibilidad en su sentido directo, en tanto predominio de imágenes o metafóricamente en el sentido de la emergencia de las subculturas al escenario de la estética mundial.










B I B L I O G R A F Í A
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ESPECIALIZACIÓN EN CREACIÓN FOTOGRÁFICA
Profesores: Gabriel Mario Vélez/ Agustín Parra/ Santiago Vélez
Asignatura: Taller de Creación
Fecha: Junio 15 de 2007

Medellín
FACULTAD DE ARTES
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

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